martes, 24 de marzo de 2009

El origen de los gremlins


Todos recordáis la mítica película Gremlins (1984), en la que un pequeño pueblo estadounidense sufría el ataque de unos simpáticos seres malóvolos, nacidos de la chepa de un entrañable peluche, que destruían todo a su paso. Pero no es tan conocido el hecho de que la película se inspiró en un libro "infantil" escrito por Roald Dahl, piloto británico de combate y escritor, en 1943. Los aviadores de la Royal Air Force destinados en Oriente Medio durante la II Guerra Mundial hablaban entre ellos de los gremlins, unas criaturas malévolas que adoraban destruir maquinaria, para explicar la inmensa cantidad de averías y destrozos que sufrían sus aviones en los vuelos de reconocimiento sin necesidad de recibir impactos de bala enemigos. Tantos eran los aviones que se estrellaban sin razón aparente, que los pilotos de la RAF creían que los malditos gremlins se escondían en los recovecos de sus aeronaves para sabotearlos en vuelo (hay que decir que los gremlins se remontan a la tradición oral sajona más antigua, procediendo del inglés antiguo grëmian, que significa "mortificar o hacer enfadar").
Dahl no sólo creó a los modernos gremlins ni mucho menos. Fue autor de obras tan populares como 'Charlie y la fábrica de chocolate', 'James y el melocotón gigante', 'Las brujas' o 'Matilda'. Y además escribió la adaptación al cine de dos obras de Ian Fleming tan dispares como la novela sobre James Bond 'Sólo se vive dos veces' y el filme infantil 'Chitty Chitty Bang Bang'.

lunes, 23 de marzo de 2009

Chris Farley o la divertida obesidad mortal


¿Recordáis a Chris Farley, ese orondo actor cómico que parecía llamado a suceder a otros gordos insignes del cine norteamericano como John Goodman o John Candy? A mediados de los años 90 protagonizó un par de películas de cierto éxito en los videoclubs ('Tommy Boy' y 'Beverly Hills Ninja' -ésta última titulada en España 'La salchicha peleona' para resaltar la comicidad de que un gordo haga kung fú-). Y luego desapareció. De la faz de la Tierra: una arteriosclerosis coronaria (combinada con una sobredosis conjunta de cocaína y heroína, eso sí) acabó con él en diciembre de 1997, poco después de terminar 'Beverly Hills Ninja', cuando sólo tenía 33 años (increíble, viendo la foto de más abajo). En el cine existe un axioma: "Los gordos que hacen muecas son graciosos; los gordos hasta arriba de coca que hacen muecas lo son aún más". El canadiense John Candy, por cierto, había palmado debido a una embolia coronaria tres años antes, en 1994, mientras dormía durante un rodaje. Candy, a quien le sentaba fatal que lo llamaran "gordo", había intentado perder peso durante toda su vida, al igual que Farley, quien llevó a cabo numerosos tratamientos para perder peso. Ninguno de ellos tuvo éxito. Personalmente, no logro sacar ninguna conclusión clara de estos datos. No sé si fue la presión de sus personajes lo que los empujaba a estar gordos o si el estar gordos les permitió triunfar en el cine (pese a quedar encasillados) y les proporcionó una fama y un dinero a los que nunca quisieron renunciar pese al perjuicio para su salud. En fin, sólo espero que Jack Black adelgace a tiempo, aunque se tenga que dedicar exclusivamente a doblar pelis de dibujos como 'Kung-Fu Panda' (¡qué gran filme!).

viernes, 20 de marzo de 2009

El Sínodo del Terror


¡Pobre Formoso! Fue Papa durante cinco años (891-896), pero siempre será recordado por el concilio que presidió nueve meses después de palmarla. En vida hizo los méritos suficientes para llegar a lo más alto de la Iglesia, incluyendo un buen puñado de enemigos poderosos y rencorosos. Tanto eran así, que, tras el fallecimiento de Formoso, el nuevo Papa, el simpático Esteban VI, ordenó que lo desenterraran, lo vistieran con las ropas papales y lo sentaran en un trono destacado en un sínodo (conocido como el Concilio Cadavérico o Sínodo del Terror) convocado con el único fin de poder juzgarle por aquello por lo que no había podido ser juzgado en vida. El cargo principal fue que había dejado su cargo de obispo para ejercer de Papa (¿acaso no lo hacen todos?). El caso es que fue declarado culpable con gran rapidez (recordemos que llevaba ya nueve meses dando de comer a los gusanicos, el pobre, y no debía de oler a rosas precisamente), se declaró nulo su papado, le quitaron las vestiduras papales, le cortaron los tres dedos de la mano derecha que usaba para bendecir (el detalle sanguinario nunca faltaba en los procesos de la Alta Edad Media) y enterraron su cadáver de nuevo en un lugar oculto. Y doce siglos después yo me pregunto... ¿qué pinta Dios en todo esto?

martes, 10 de marzo de 2009

El malévolo chimpancé


Transcribo una información de la agencia EFE sobre el simpático primate de la foto de arriba:
"Desde hace diez años, los cuidadores del zoo de Furuvik, al norte de Estocolmo, han venido observando a Santino, que tiene la costumbre de recoger piedras, seleccionarlas y pulirlas con toda calma para luego arrojarlas con premeditación y alevosía contra los visitantes del parque.
Para los científicos cognitivos de la Universidad de Lund, en el sur de Suecia, ésta es una de las primeras "pruebas claras de que un animal distinto del hombre puede hacer planes para el futuro de manera espontánea".
"Estas observaciones demuestran de forma convincente que nuestros hermanos, los primates, consideran el futuro de modo complejo... y tienen una conciencia altamente desarrollada".

Y ahora vienen las dudas que me asaltan: ¿Es esta noticia una pieza clave de la futura guerra hombre-chimpancé a la que deberíamos prestar más atención de la que aparentemente merece? Si lo primero que se le ocurre planear a un chimpancé es una forma de agresión, ¿no demuestra lo malvado que es a la vez que deja patente su parecido con la raza humana? ¿Evolucionó de igual forma nuestra especie en su origen? ¿Verá el árbol de la vida el nacimiento de una nueva especie consciente equiparable al hombre? ¿Esclavizaremos a dicha especie? ¿Nos esclavizarán ellos? ¿Heredarán la Tierra cuando nosotros desaparezcamos? Los dinosaurios se extinguieron coincidiendo temporalmente con el amanecer de los mamíferos (de hecho, algunas teorías apuntan a que su extinción se debió a que los mamíferos robábamos y nos comíamos todos los huevos de los dinosaurios), por tanto, ¿es posible que este chimpancé, Santino, sea la señal de que nuestro tiempo llega a su fin y que ya hay una nueva raza dispuesta a sucedernos? En fin, yo no sé si podré dormir tranquilo esta noche... ¿Podrás tú?

jueves, 5 de marzo de 2009

El increíble hombre menguante


Richard Matheson escribió la novela 'The Shrinking Man' ('El Hombre Menguante') en 1956 y poco después elaboró el guión para su adaptación cinematográfica: 'The Incredible Shrinking Man' (producida por la Universal). Tras el éxito del filme, se planeó hacer una segunda parte en la que la esposa del protagonista, Scott Carey, también se encogía y se reunía con su marido en el mundo subatómico. Pero el propio Matheson dijo sobre ese proyecto: "Afortunadamente, no se hizo; era el guion más estúpido que he leído jamás".
Al margen de que la película resulta entretenida y visualmente muy lograda para la época, con una araña normalita que consigue dar auténtico miedo, no carece de carga filosófica: el hombre reducido a... ¿la nada?. Como dijo Matheson, la normalidad es un concepto de mayoría, no de un único individuo. Así, pese a ser reducido continuamente hasta lo infinitesimal, no deja un hombre de ser hombre. No es normal a ojos de los demás, sí... pero a sus ojos lo que cambia es el mundo que lo rodea y eso es algo que experimentamos todos continuamente. Por otro lado, solemos pensar en el infinito en terminos de grandeza, pero... ¿no existe la infinidad de lo minúsculo? Más pequeñas que las células son los átomos; y más pequeños que los átomos, los protones y neutrones, que a su vez están formados por quarks y leptones... Aquí transcribo el monólogo final de la película, unas frases que hacen pensar:

Scott Carey: "Yo continuaba menguando, convirtiéndome... ¿En qué? ¿Lo infinitesimal? ¿Qué era yo? ¿Aún un ser humano? ¿O era yo el hombre del futuro? Si hubiera otros despliegues de radiación, otras nubes yendo a la deriva por mares y continentes, ¿podrían otros seres seguirme hacia este vasto Nuevo Mundo? Tan cerca lo infinitesimal y lo infinito. Mas repentinamente, yo sabía que había en realidad dos fines para el mismo concepto. Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente vasto eventualmente se encuentran: como el cierre de un gigantesco círculo. Miré hacia las alturas, como si de algún modo pudiera aprehender los cielos. El universo, mundos más allá de su enumeración, el tapiz plateado de Dios se esparce por la noche. Y en ese instante, supe la respuesta al enigma del infinito. Yo había pensado en términos de la limitada dimensión del propio hombre. Yo había sido arrogante hacia la Naturaleza. Que la existencia comienza y finaliza es una concepción humana, no de la Naturaleza. Y sentí mi cuerpo menguando, fundiéndose, convirtiéndose en nada. Mis miedos me desbordaron. Y en su lugar llegó la aceptación. Toda esta vasta majestuosidad de creación debía significar algo. Y entonces comprendí algo, también. Sí, más pequeño que lo ínfimo, comprendí algo, también. Para Dios, no existe la nada. ¡EXISTO!".